viernes, 27 de febrero de 2009
Oración ante el ( doloroso y sobervio) exito
Me siento raro…
Pensé que las cosas serian extraordinarias, pero me di cuenta de mi pequeñez ante Dios pero note una extraña grandeza ante los hombres. Todo bien, dijeron, ¿todo? Conteste, y no hubo reproche alguno… llovieron las felicitaciones, y eso me hizo sentir mal… es la primera vez que me sucede, esto no es normal…
En otra ocasión, hubiese salido dando saltos de alegría, por que todo estuvo excelente, no hubo problemas ni contratiempos, explicaciones claras y un viaje tranquilo, pero nunca existió controversia, ni discusión ni pero… la forma y el fondo se encuentran bien… llovieron los aplausos, y por primera vez en mi vida, cada uno se clavo en mi como dardos dolorosos, como espinas, no me alegraron ni me agradaron, sino me hicieron sentir miserable…
¿Qué es exactamente esto? ¿Por qué?
La única critica fue fraterna, y no tenia que ver con el fondo ni la forma, fue la única suave bofetada que se perdió en el mar de dolorosas felicitaciones, la única que sentí como caricia del ser mas amado, “las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra”… que bello sentí la critica, que sublime amor percibí en el reproche… el único, perdido en el la amargura de los aplausos… y se clavo en mi cuerpo como un dardo que atravesó mi corazón, llenándolo de deseos de cambio, de deseos de amar más, de ser palabra viva en el ejemplo…
Sin embargo, insisto, el dardo de amor puro se perdió en el mar de dolorosos vítores… y es eso, lo que realmente me preocupa, que mi ego se sienta herido por la razón por la cual se debería sentir alabado, por que me dolieron tanto los aplausos…
Algunos, seré sincero, no los sentí de corazón, pero aun así, para un hombre con la soberbia como la mía, no importa, sabe que una felicitación pocas veces viene del alma, y que la mayoría se dan por la efusividad del momento, pero aún así, hoy, el reconocimiento, aún del hombre digno de admiración, me lleno de asco, de repudio de mi mismo, no encontró satisfacción, aún que fuese sincero.
Después de los aplausos vino el silencio, el silencio que ni el escándalo ni el la suave música pueden romper, se cierra sobre mi un extraño silencio, un silencio doloroso, un silencio que no me gusta…
En la espalda pesas sobre mi cosas que no comprendo, y solo se enciende en mi la vida nuevamente al escuchar sobre lo que a otros preocupa, pero aún con ello, se me obliga al silencio, no puedo hablar, ni con ella ni con él, ni con sus oídos en la tierra ni con él que esta en el cielo, mi boca esta cerrada, y mis oídos sellados… lo único que no ha podido de dejar de resonar en mi interior son los dolorosos aplausos y el negro y no menos doloroso silencio… el aplauso en recuerdo y el silencio en presente… duele, mi alma se siente adolorida, ni el dardo de amor puro ni la sincera felicitación pueden hacer que en alma se encienda la flama… pues los aplausos fueron como gruesas gotas de agua que cayeron sobre el fuego de mi alma y el silencio ha terminado por desaparecer cualquier indicio de que el fuego vuelva a resurgir.
Señor, mi Dios, mi amado, el único que me sostiene, lo único que me mantiene vivo, rompe el silencio o hazte presente en él, hazme sentir el suave silencio del amor, y no el doloroso callar de la creación…
Actúa ¡oh señor! Muéstrate propicio con este, tu humilde siervo, el mas pecador y sucio de todos, muestra Señor tu majestad aún en la pequeñez de esta, tu humilde criatura, de esta miseria que tus manos modelaron…
Ámame, ámame más, enciende nuevamente de amor mi corazón, de amor por ti, de amor por las almas, de amor por tu rostro en los otros, el amor… como añoro ese dardo de amor puro, cuanto quisiera que hubiese mas de ellos en mi corazón, que se viese atravesado por más, por mucho, por que son esos los que avivan en mi el amor, el fuego que arde, que arde de amor por ti, oh mi Dios, mi roca y mi valuarte
Si tú, Señor, no construyes la casa, amado mió, inútilmente se cansan los constructores, mi Dios y Señor mió, si tú, mi amor, no vigilas la ciudad, inútilmente, mi roca y mi valuarte, se desvelan los centinelas. Señor, Amado mío, mi Dios y Señor, mi amor, mi roca y mi valuarte, construye esta tú casa, vigila esta tu ciudad.
Amén.
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